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Traducido por Omar Salgado

“¿La salsa es música cubana?” Esta pregunta ha encendido muchos debates que han ocurrido por décadas. Incluso ahora podemos encontrar debates acalorados en línea sobre el tema. Para rápido: cuando se trata de esto, nada ha quedado definido. Y los debates siguen. Siempre que nos metamos a un foro de música o baile, nos encontraremos con uno. Facebook, a veces, se convierte en una arena al respecto. Lo que he notado muchas veces es que los debates que se ocupan sobre este tema los inician personas que proponen, como premisa de discusión, que la salsa no es otra cosa que música cubana.

Personalmente, de verdad estoy cansado de leer o escuchar esos debates. Y no es porque nunca se llegue a ningún lado –ya que así es–.

Me cansan porque realmente la intención de dichos debates es la de probar algo. Lo que quiero decir es que hay gente dispuesta a debatir el tema, y lo hacen a la menor oportunidad, pero la verdad es que no tienen interés en adoptar y bailar con la música que les gusta decir que es “cubana”.

Me explico: asumamos por un momento que, hipotéticamente hablando, toda la comunidad de baile está de acuerdo en que la salsa es música cubana; pensemos que este debate se resuelve de una vez por todas.

¿Y luego?

Bueno, de todas maneras habrá gente que, por un lado, prefiera la vieja música cubana de los 60s y 70s (los salseros), y por otro lado habrá gente que le guste la música cubana más actual, la producida a partir de los 90s (los casineros).

Si todos, de manera hipotética, estuviéramos de acuerdo a favor de la música cubana, nada cambiaría. Los salseros no incorporarían la actual música cubana porque no es a lo que están acostumbrados, y podrían decir que incluso con la música cubana más vieja estarían bailando de todos modos con música cubana. Más todavía: no tendrían por qué cambiar sus listas de reproducción. Ellos todavía le podrían dar al play a la música cubana hecha por no-cubanos. De acuerdo con quienes inician los debates, no importa si es un puertorriqueño o un colombiano quien toca, sigue siendo de todas maneras música cubana, ¿verdad?

A su vez, la comunidad de bailes cubanos no incorporaría la música que los salseros reproducen en sus eventos o porque no es música producida por cubanos, y por lo tanto “no es muy cubana” –¡pero pensé que toda era música cubana, ¿no?!–, o porque es “muy vieja” para su gusto –pero de nuevo, ¡pensé que toda era música cubana!–. La prueba más contundente de esto es el hecho que no hay otra cosa actualmente que la llamada “timba” sonando en los sociales de bailes cubanos.

Todo permanecería exactamente igual en este hipotético escenario en el cual la salsa es vista como música cubana. Por supuesto, se podría admitir la situación, podría haber un gesto de aprobación, podría haber un pulgar arriba, pero nada cambiaría. Nadie reproduciría o bailaría con música diferente a la que está acostumbrado. Permítanme explicarme: una descripción históricamente precisa de dónde viene la música es necesaria ya que en muchas historias sobre Cuba a ésta se le relega a la “raíces” de la música al mismo tiempo que a sus músicos se les pasa por alto –o por lo menos a los que no vivieron en Nueva York, donde mucha de la “historia de la salsa” pareciera que ocurre–. Así que una corrección histórica tal es necesaria. A Cuba se le debe dar más crédito del que se le ha dado, en especial en los congresos de salsa.

Pero de nuevo, una vez que eso pase, si es que pasa, nada cambiaría.

Y según lo veo, no tiene que ser así, ya que quienes intentan probar que la salsa es música cubana hacen mal fundamentalmente una cosa: a pesar de que sepan mucho sobre la historia de la música cubana, sobre la cual basan sus argumentos –y algunos ni eso, ya que repiten como pericos lo que otros dicen–, no están bailando ni escuchando la música que proclaman que es “cubana”, sea producida por músicos cubanos o no-cubanos.

En resumen, la gente en la comunidad de bailes cubanos no está dispuesta a bailar con otra cosa que no sea “timba” o el ocasional son tradicional (éste, más dirigido a exhibiciones). [Igualmente cuando digo “comunidad de bailes cubanos”, específicamente me estoy refiriendo a la gente fuera de Cuba a la que le gustan los bailes cubanos. Los cubanos bailan casino sin fijarse de dónde viene la música.]

De cualquier modo, eso es un problema. Uno muy grande. Por lo menos yo lo veo así.

Verán, debido a que muchos de estos debates surgen del nacionalismo y del orgullo nacional, cuando alguien intenta persuadir a otro de que la salsa en realidad es música cubana pero dicho alguien ni siquiera le gusta bailar, o se le hace difícil, aquello que proclama como música cubana, entonces ese alguien termina perdiendo credibilidad y pareciendo hipócrita, además de desanimar a la gente de otras nacionalidades a quienes les importa el tema. Si alguien dice que La Sonora Ponceña, El Gran Combo, Ismael Rivera, etc., produjeron música cubana, pero dicho alguien no los escucha porque no le gustan, entonces los otros al otro lado del debate, especialmente si, digamos, son de Puerto Rico, terminarían desalentados. Ya no escucharían los argumentos porque se darían cuenta que, al final del día, ese alguien no quiere reconocer la compleja red internacional que derivó de la tradición musical cubana. No quiere reconocer eso. Ese alguien quiere quedarse con todos los créditos y eliminar a todo país que haya contribuido en cualquier manera, poco o mucho, a la proliferación de esta música.

A estas fechas eso es lo que sucede en la escena salsera, lo cual desapruebo. De hecho, la escena salsera es muy cuidadosa de no tocar temas concernientes a lo cubano. Sin embargo, ocurriendo lo contrario, es decir, descalificando todo lo que no sea cubano, no es la respuesta. Ojo por ojo y el mundo quedará ciego, ¿no es así?

Esto es lo que me hace ser tan crítico en este tema, pues al final del día, todo se reduce a nacionalismos, a gente queriendo demostrar que defiende a los países con los que siente afecto. A esto se reduce: mi país, y su música, en contra del tuyo.

Si queremos entrar en un debate y probar que la salsa es música cubana, entonces tenemos que demostrar que podemos bailar mientras suena la salsa, pero no como salseros, sino bailarla con bailes cubanos. Démonos cuenta de esto primero, nos guste o no bailar con este tipo de música cubana, pues después de todo es lo que proclamamos que es, y así ni siquiera intentaríamos “pelar” por algo que ni nos gusta.

Si queremos entrar en un debate y probar que la salsa es música cubana, entonces tenemos que demostrar que podemos bailar mientras suena la salsa, la cual tanto proclamamos que es música cubana. Si nos gusta la música cubana, no deberíamos tener problema alguno en escuchar la salsa ya que la consideramos cubana, ¿o no?

De otro modo, estaríamos malgastando el tiempo de los demás y el nuestro.

[Si parezco que estoy molesto o que busco la confrontación, así es porque nada termina de resolverse al respecto, y porque tenemos el deber de cuestionar las cosas desde adentro y no solamente culpar a otros. Sí, hay mucha culpa por repartir, pero la introspección también tiene que tomar lugar.]

Personalmente no me gusta defender que la salsa sea música cubana. Es una defensa burda. Me gusta concentrar esa defensa y especificar algunas cosas. Para mí, la salsa realmente es son montuno, como lo he desarrollado en esta entrada. Considerar la salsa como son montuno es reconocer las raíces de ésta, pues el son montuno fue desarrollado por el invidente y tresero cubano Arsenio Rodríguez, y a la vez permite que sea afectada por la idiosincrasia local de cada país en que se toca.

De hecho, me parece muy ilógico considerar que el son (en tanto música) llegó a otros lugares del mundo y no fue modificado por otras culturas con las cuales entró en contacto. Es por esto que, para mí, existe el “son colombiano”, el “son puertorriqueño”, el “son neoyorquino”, el “son jarocho”, es decir, el son veracruzano, el son del estado de Veracruz en México, y así. Esto es reconocer que otros países y otros lugares han tenido su aportación en este género musical cubano. Lo mismo pasó cuando la bachata llegó a los Estados Unidos. De igual manera pasó con el reguetón cuando llegó a Cuba. O como pasa con el idioma inglés: aunque sea inglés, los estadounidenses y los británicos hablan con diferentes acentos. ¿Deberíamos cerrarnos a pensar que lo mismo pudo ocurrir con el género musical del son? ¡Hey, el hecho de que haya gente a la que le gusta la música cubana pero no la salsa dice muchísimo sobre este fenómeno y sobre las idiosincrasias locales que entra en contacto con la música!

El punto es que no se trata de que los DJs pongan sólo timba. El punto se trata de acoger al son montuno en todos sus derivados de donde hayan surgido, y sí, darle a Cuba el reconocimiento que se merece. Pero si todo lo que queremos es bailar con la timba y negar todo lo que hubo antes, lo mejor entonces sería alejarnos o mantenernos fuera de todo debate sobre la salsa y la música cubana, ya que el asunto se carga mucho de un solo lado (Cuba) y termina siendo un sectarismo un tanto oculto [me parece más correcta esta palabra que tribalismo o incluso partidismo, ya que así es, esto se segmenta y hasta en sectas va a parar] –esta publicación es un reflejo de ello–.

Dejemos ese debate para aquéllos que verdaderamente quieren cerrar la brecha entre las dos comunidades de baile, o que al menos quieren hacer el intento.

Sobre el traductor:

Soy una persona a la que le gustan las artes, la filosofía y la ciencia. Disfruto del baile y de indagar en aspectos no tan conocidos de éste, al igual que me gusta la música y veo que hay una conexión sutil pero no explorada entre el baile y la música, lo cual también investigo. La fotografía me agrada y la practico.

Omar Salgado

Apéndice del traductor:

Para acercarnos a la riqueza del son

por Omar Salgado

“Decir que una consonancia es un acorde de sonido agradable es simplificar demasiado la cuestión.” (Copland)

La época en que vivimos y nuestra experiencia condicionan lo que para nosotros es justo, lo que debe ser o lo que es agradable. Si viniera un visitante de hace 3 siglos, traería consigo su manera de concebir la música, tal vez llegando a estar a disgusto con lo que ahora suena. Para él, lo nuestro sonaría mal. Para nosotros, lo de la época de tal visitante sonaría mal. ¿Pero es así?

“Si toda la música nueva nos parece continua e irremediablmente disonante, es indicio seguro de que nuestra experiencia de auditores es insuficiente en cuanto a la música de nuestro tiempo.” (Copland)

O viceversa, centrarnos mucho en lo nuevo, lo actual, lo de moda, e ignorar lo que ha antecedido.

Doy unos ejemplos: la falsa dicotomía “salsa” vs. “timba” es un modo de percibir, pensar y considerar el son cubano fragmentariamente. Para muchos salseros, la “timba” no es de su agrado y no la sienten adecuada para bailarla; para muchos casineros, la “salsa” no es de su agrado y no la sienten adecuada para bailarla. Ni unos ni otros se dan cuenta que en esencia es la misma música la que están concibiendo falsamente como géneros musicales diferentes y como antítesis, privándose de conocerla en su origen, desarrollo, evolución y variaciones. No tenemos que irnos muy lejos, como si viajáramos siglos, para darnos cuenta que lo que dice Copland es muy cierto: si solamente escuchamos “salsa”, generamos un gusto por la misma y eso nos condiciona para inclinarnos o darle preferencia a ella, y lo mismo con la “timba”. Son círculos viciosos:

( escucha de la “salsa” > gusto por la “salsa” + escucha de la “salsa”, etc.; )

( escucha de la “timba” > gusto por la “timba” + escucha de la “timba”, etc. )

O al revés:

( escucha de la “salsa” – gusto por la “timba” + favorecimiento a la “salsa”, etc.)

( escucha de la “timba” – gusto por la “salsa” + favorecimiento a la “timba”, etc. )

Se trata pues de revertir esos círculos viciosos y generar unos virtuosos:

( actitud de apertura a la “salsa” y a la “timba” > conocimiento del son como un todo > apertura + conocimiento del son – rechazo a la “salsa” o a la “timba” + riqueza en nuestra comprensión musical del son + apertura, etc. )

O me gusta Héctor Lavoe y desprecio a NG La Banda.

O me gusta NG La Banda y desprecio a Héctor Lavoe.

Y en ambos casos se desprecia no solamente lo que no se favorece, sino a todo a lo que consideremos que es parecido. Quien pierde en última instancia somos nosotros. Perdemos riqueza musical y perdemos momentos para bailar sólo porque no es mi artista favorito quien suena o porque es música “diferente”, o porque es “música de salseros” o “música de timberos”.

La riqueza musical del son y de sus bailes está en la consideración de un todo continuo que se ha desarrollado en el tiempo.

¡Baila el son en todo su amplio espectro y riqueza si dices amarlo!*

 

*Copland dice que no hay música mala, y es cierto: hay piezas malas dentro de un género musical, pero por sí mismos, los géneros musicales guardan un valor independiente de nuestro gusto. Imagina que solamente hubiera un sólo género musical…Es como refiere Sagan en uno de sus libros: tener la mente abierta pero no tanto como para que se nos salgan los sesos. Pues lo mismo aquí.

Entonces, no se trata de que si te decantas por uno u otro ya tengas cerrazón. Naturalmente nos va a gustar más uno que el otro, pero la esencia continúa. A mí me gusta mucho el son contemporáneo hecho por cubanos, y sin embargo, sé que hay temas sosos, lozanos, mediocres, malos. Igualmente con la “salsa”.